Lecturas divertidas
Si te despiden, toca despedirse.
A pocos días de que se cumpla un año desde ese momento epifánico en que mi jefe me dijo que «me estaba haciendo un favor» al despedirme de la agencia en que trabajaba, a inicios de pandemia y con Lorenzo recién nacido como para que fuera más en «modo leyenda» la vuelta-, llegó el momento incómodo de despedirse repentinamente de la gente con que trabajaba hacía años. Lo positivo, además de tantos positivos alrededor del mundo que nos obligaban a permanecer en una cuarentena jamás antes vista, fue que como todos estaban en casa, solo iba a requerir del consabido e-mail de despedida masivo que se estila en estos casos para hacer el «trámite» de agradecer por «el crecimiento personal y profesional que me brindó este empleo» y porque «más que compañeros de trabajo, estaba dejando amigos», agregando un «espero verlos más adelante», entre otros clichés que resultan ser muy ciertos en la mayoría de los casos.
Una vez superadas y descartadas las teorías de conspiración acerca de mi salida que me iban llegando, las cuales sugerían poco intrincadas tramas con sospechosos muy evidentes que habrían hecho lobby para mi salida, y entendiendo que eso solo sería factible si yo fuera un capo, crack, ídolo o referente de esta industria tan llena de adjetivos halagadores que explotan en todas las direcciones todo el tiempo, decidí proceder a redactar el correo electrónico en cuestión.
La cosa es que como a mí nunca me habían echado de ningún trabajo a lo largo de todas las eras geológicas en que había estado ejerciendo como artefinalista, director de arte, copywriter y finalmente director creativo; se sentía muy raro estar del otro lado de este e-mail que había visto pasar tantas veces por mi pantalla. Pero no había tiempo para llorar sobre la carrera derramada, así que de la misma manera en que muchas veces tuve que aprobarle a mi grupo la primera idea que medio funcionaba porque no teníamos tiempo de pensarle lo suficiente, me auto aprobé el primer recurso que se me ocurrió (típico de los directores creativos eso de auto aprobarse cosas en frente de todos ¿no?) y resultó ser el guión de un comercial al que ya le hice spoilers en esta descripción que estás leyendo (eso en caso de que sigas leyendo, porque son tiempos difíciles para los textos de más de 240 caracteres).
De todas formas, antes de que lo leas, voy a aprovechar este espacio para agradecer a todos mis compañeros de trabajo de la época, aprendí mucho de ellos y me hice a muchos amigos durante esa época en la que crecí tanto como persona y como profesional 😉
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Cliente: @Triego
Referencia: revelaciones
Producto: institucional
La historia inicia con Diego, un creativo que en su último día de trabajo está en su apartamento redactando un controversial e-mail de despedida para toda la agencia. En el mismo espacio vemos un gato, un niño recién nacido al que llamaremos Lorenzo, y a su esposa (la del creativo) y algo de desorden. Afuera, una pandemia. Notamos que Diego está bastante apurado porque sabe que Wilson, el mensajero de la agencia, ya viene en camino para recoger el portátil que está usando, pero también notamos su urgencia de decirlo todo.
Cortamos a Wilson que viene en su moto silbando una pegajosa canción bajo un cielo muy azul. Se acerca cada vez más y no hay rastro de congestión vehicular en la ruta.
Por su parte, Diego continúa escribiendo su despedida (no imaginó que se pudiera durar tanto en una agencia) y está dispuesto a revelarlo todo, pero su esposa le dice algo «entre chiste y chanza».
Esposa: trata de no ser tan malo.
Él asiente pero no la convence del todo. Por medio de rápidos intercortes vemos que cuanto más avanza la redacción del mail, más cerca está el mensajero de llevarse el computador.
En pantalla podemos ver que la primera parte del correo es literalmente copy-paste de e-mails de despedida que enviaron en su momento personas que partieron a otros rumbos: «soy malo para las despedidas», «gracias por los amigos que hice», «crecí como profesional», «nos vemos en el camino», «ustedes son unos cracks», «gracias a la agencia por apoyarme siempre», «los llevo en mi corazón». Justo ahí Diego cae en cuenta de que son lugares muy comunes, pero que es inevitable sentir esas cosas cursis por muchas de las personas que va a dejar atrás. Toma un respiro y rápidamente pasa a la parte incómoda, eso que le advirtió su esposa que no hiciera. Un enorme crédito parpadeante aparece en pantalla: triego@gmail.com, (número de celular), o @Triego en todas partes.
Wilson ya ha recorrido más de la mitad de su camino, y su silbido, que sonaba alegre al principio, ahora resuena misterioso, sumándole tensión a esta carrera contra el reloj que estamos viendo.
«No quería irme sin antes decirles un par de cositas… «. Wilson ya está en el barrio.
«Quiero referirme especialmente a una situación que ya es insostenible y que todos parecen ignorar a su conveniencia». Wilson ya se anunció en recepción, aclaró que debe regresar rápido a la agencia porque tiene otra vuelta urgente que hacer.
«Aunque muchos ya sospechan de qué se trata, esta vez quiero decirlo con nombres propios». No sé sabe cómo, pero Wilson logró violar los protocolos del conjunto y está timbrando en el apartamento. El silbido ahora es sólo una oscura banda sonora del desastre.
«Y yo sé que no es del tipo de cosas que la gente se atreve a decir normalmente, pero quizás solo alguien que va de salida puede darse ese lujo, además, me siento en la obligación de hacerlo por el bien de todos». Wilson saluda amablemente, pero su cara refleja verdadero afán. Así que Diego elimina el borrador, apaga el computador y lo entrega para no hacerle perder ni un minuto más.
Corte a slideshow de emotivos momentos «mapaches*».
Diego sonríe y se va por fade out.
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*Mapaches: el nombre con el que se autodenominaba mi grupo de trabajo en la agencia, capos todos. Aprendí mucho de ellos y más que compañeros de trabajo son amigos que hice mientras la agencia me permitía crecer en lo profesional y en lo personal.
Nota: de verdad agradezco el crecimiento personal y profesional que tuve en esa agencia. Ah, y los compañeros de trabajo que se volvieron amigos.
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