Lecturas divertidas, Lecturas varias
El aterrizaje más perfecto de la historia
Este es otro de esos clásicos ejercicios de creación en el que se debe escribir una historia usando palabras al azar en alguna parte de la narración. En este caso las palabras que usé fueron:
Miedo (aportada por @KellyTRoncancio)
Este (aportada por @FuelMao, uno de mis compañeros en Fuel Car Magazine)
Azul (aportada por @Kthrinrovas)
Salvaje – Tibet – Hada (aportadas por Johnatan Orta Duque en la página de facebook)
Érase-una-vez (aportadas por Rafael Esteban Álvarez, también en facebook -sospecho que con la mala intención de hacer aún más «clichesudo» este intento de texto)
A continuación, la historia que resultó de unir estas palabras a algo que se ve increíblemente en algunos aeropuertos del mundo, incluyendo los de mi país.
El aterrizaje más perfecto de la historia
Érase una vez un vuelo perfecto. Un vuelo con un despegue perfecto, un recorrido perfecto y un aterrizaje perfecto.
¿Qué tan perfecto fue? Fue tan perfecto que, según cuentan algunos nativos, hasta el más salvaje león de la estepa africana al verlo pasar dejó de comerse su cebra e hizo una venia. Fue tan perfecto que cuando en el Tibet se enteraron de la existencia de un vuelo así, decidieron bailar «Tírate un paso» por 3 días seguidos para honrar tal maravilla. Y fue tan perfecto que el hada de los dientes y el Ratón Pérez dejaron atrás los celos profesionales y celebraron la existencia de un piloto como este, alguien que alguna vez perdió un diente antes de convertirse en un dios de la aviación.
Los pasajeros que viajaron ese día en ese avión no podían creer lo que les sucedía. Algunos perdieron para siempre su miedo a las alturas, otros sintieron un placer tan intenso que nunca pudieron describirlo sin avergonzarse, otros juran haberle encontrado el sabor al color azul del cielo, literalmente, y otros aseguran haber sentido la felicidad en su estado más puro.
También cuentan que el piloto luego del aterrizaje ascendió a los cielos, y que en el momento en que las ruedas del avión tocaron la pista de aterrizaje, todos y cada uno de los pasajeros sin importar su edad alcanzaron el climax como si estuvieran bajo el efecto del perfume perfecto de Jean-Baptiste Grenouille.
Definitivamente este fue un vuelo sin igual, una excepción a la regla. Fue una de las pocas veces -sin tragedia de por medio-, de las escasas veces, en que hasta los pasajeros más experimentados sintieron la necesidad de aplaudir al aterrizar.
Moraleja:
Si tu vuelo no fue como este, ¿por qué aplaudes?
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