Lecturas varias
248 gramos de conciencia
Este era un país habitado por una legión de lechugas, no se sabe si evolucionaron hasta convertirse en seres inteligentes o si sencillamente se trataba de un inesperado giro de la cadena evolutiva, en fin, lo importante es que estas lechugas convivían pacíficamente con los demás vegetales y eran las más concientes del marchitamiento global que sufría aquel planeta.
Cierto día, una lechuga crespa de 248 gramos se despertó muy pensativa, pasó toda la mañana meditando acerca de eso que rondaba su cabeza, le hervía la savia de la ira que le producía el no poder determinar claramente esa idea que daba vueltas en su mente, pero finalmente lo supo, eso que sentía se llamaba conciencia.
La lechuga que ahora tenía conciencia, descubrió todo lo que ello implicaba, empezó a sentir culpa por cada cosa que hacía o dejaba de hacer y para completar descubrió algo más, descubrió que el marchitamiento global era en parte culpa suya, es más, ella fue la primera que dijo que el marchitamiento global debería ser llamado marchitamiento global.
Pasaron algunos días y la lechuga en medio de su cumpledías número 3, descubrió que su fecha de vencimiento se aproximaba a toda velocidad, así que decidió heredar todos sus conocimientos a un joven tomate chonto que la acompañó durante toda su vida de investigación, fue sólo una semana, pero al fin y al cabo una vida entera. Así fue cómo el tomate maduró y empezó a contarle al mundo y especialmente a las lechugas, que sus hábitos deberían cambiar. Qué deberían dejar de comer animales y basar su dieta en la ingesta de humanos, pues eran fruto de la tierra y se podían arrancar de cualquier árbol.
El tomate chonto se convirtió en un líder de masas, pero a los pocos días pasó de verde a rojo y de rojo a magullado, su olor cambió y los vegetales ya no se le acercaban de la misma manera que lo hacían antes. Era el momento del cambio, ahora la antorcha de los derechos de los animales y de la dieta basada en humanos la tomaría un joven banano, conocido como «Pecas» en los altos círculos de la sociedad. El prometía que en los días de vida que le quedaban haría lo que fuera para que sólo se comieran humanos en todo el planeta, pero la vida del banano también tuvo un negro final.
Pasaron los meses y así mismo pasaron generaciones y generaciones de vegetales que nacían, crecían, se marchitaban y morían. En menos de un año, los vegetales habían dejado de comer animales y se dedicaban exclusivamente a cosechar humanos, ya todos tenían en mente la consigna de aquella lechuga crespa de 248 gramos, de aquel tomate chonto y de Pecas, y la hacían cumplir; los animales estaban a salvo y sólo se servían humanos en la mesa.
Hubo meses de paz, pero de pronto los animales crecieron y ya no disfrutaban los humanos con los que eran alimentados, así que empezaron a comer vegetales, la situación se tornó incontrolable, las plantas ya no tenían su muerte natural de siempre, ahora morían en los frentes de batalla peleando contra los animales que habían jurado defender, el caos era total.
La devastación era casi completa, pero la historia daría un nuevo giro. Los humanos encontraron la forma de escapar de los cultivos y crecieron tanto como pudieron, se mantuvieron al márgen de la pelea, pero tan pronto desarrollaron las técnicas necesarias, empezaron a comer también vegetales y a cazar animales y devorarlos.
Los humanos ganaron y desde ese entonces ni los vegetales ni los animales han podido escapar de su apetito, pero nadie sabe; la historia podría cambiar de nuevo.
3 Comments
Carolina Alzate Z
Que excelente historia !!
TRIEGO.COM
Gracias Carolina! Hace rato que no me siento a escribir todas las historias que tengo en la cabeza, el dibujo no me deja tiempo libre (y mi trabajo del día, y mis obligaciones y mi vida en general)…
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Gracias Carolina! Hace rato que no me siento a escribir todas las historias que tengo en la cabeza, el dibujo no me deja tiempo libre (y mi trabajo del día, y mis obligaciones y mi vida en general)…